El presidente electo Joe Biden ha estado de acuerdo con algunas de las iniciativas de política exterior del presidente Donald Trump en los últimos cuatro años, excepto quizás una: los Acuerdos Abraham, son los acuerdos de paz negociados por Estados Unidos entre Israel y una serie de estados árabes y de mayoría musulmana que han florecido en los últimos meses.
Para aprovechar este cambio sísmico en la política de Oriente Medio, Biden tendrá que desafiar el ala progresista de su Partido Demócrata que es crítica con los Acuerdos y busca alejar a Washington de sus aliados regionales tradicionales, en particular Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Israel. A raíz del ataque al Capitolio de Estados Unidos, cualquier cosa asociada con la administración Trump corre el riesgo de ser contaminada.
Las principales voces demócratas, tanto en el Congreso como en el establishment de política exterior, sostienen que los Acuerdos de Abraham corren el riesgo de afianzar a los monarcas y hombres fuertes no democráticos en la región, al tiempo que militarizan aún más el Golfo Pérsico a través de la venta de armas. También dicen que los acuerdos de normalización reducirán la presión sobre Israel para que haga las concesiones territoriales necesarias para forjar un Estado palestino independiente, durante mucho tiempo un objetivo de política exterior estadounidense de primer orden.
Algunos legisladores demócratas, están presionando al Congreso para que cuestione, si no revertir, los términos de los Acuerdos de Abraham. Estos incluyen los acuerdos sobre armas a los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, y el paquete de ayuda financiera prometido a Sudán.
«Lo que corremos el riesgo de hacer aquí es alimentar una carrera armamentista», dijo en diciembre el senador demócrata Chris Murphy, de Connecticut. «Hoy podemos estar vendiendo los F-35 y los MQ-9 a los Emiratos Árabes Unidos. Pero los sauditas lo van a querer, los qataríes ya lo han solicitado, y simplemente alimenta el interés de Irán en seguir construyendo su propio programa militar».
Biden no debería descartar las aportaciones constructivas de los líderes de su partido. Pero debe usarlo para construir sobre los Acuerdos de Abraham, no revertirlos.
Oriente Medio se está moviendo en direcciones que Washington puede dar forma, pero no totalmente control. La próxima administración estadounidense debería utilizar esta convergencia histórica de intereses entre Israel y los Estados de mayoría árabe para ayudar a colocar a la región en una base mucho más fuerte y mejorar en gran medida los intereses económicos y de seguridad de Estados Unidos a largo plazo.