El conflicto entre Israel y los palestinos se trata, en esencia, de dos movimientos nacionales en competencia, y la única forma lógica de resolverlo es mediante un acuerdo negociado.
La ONU recomendó un acuerdo de dos estados ya en 1947. Fue aceptado por los judíos, rechazado por los árabes.
De 1948 a 1967, Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza estuvieron en manos árabes. Se podría haber creado un estado palestino en cualquier momento. No lo hicieron.
Israel, junto con el presidente Bill Clinton, ofreció un acuerdo viable de dos estados a los palestinos durante 2000-2001. Clinton describe en su autobiografía cómo los palestinos se negaron.
La ira de Hamás por Israel es permanente. Ha estado disparando miles de misiles a lo largo de los años, construyendo túneles terroristas transfronterizos, secuestrando israelíes y renunciando al desarrollo en Gaza para centrarse en dañar a Israel.
Millones de israelíes se apresuran a ir a los refugios antiaéreos, cuidando a los ancianos y discapacitados y consolando a los niños traumatizados, mientras los cohetes vuelan sobre sus cabezas hoy y sabiendo que podrían caer en cualquier lugar, incluso con el sistema antimisil, cúpula de hierro.
Algún día se logrará la paz con los palestinos. El hecho de que seis países árabes hayan normalizado los lazos con Israel es un poderoso recordatorio de que la paz es alcanzable. Pero no sucederá mientras Hamas gobierna Gaza, se aferre a sus objetivos genocidas y haga creer a gente bien intencionada en el extranjero que es la víctima de un conflicto que él mismo ha creado.